Archivo Fernando Birri: el legado de un cineasta clave

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Archivo Fernando Birri: el legado de un cineasta clave

Fernando Birri se definía como un “ciudadano del cosmos” y bregaba por un “cine nacional realista, crítico y popular”. Su misión lo llevó a estudiar en Roma y, a su regreso, fundar primero la mítica Escuela Documental de Santa Fe y, después, la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños, en Cuba. También dirigió, influenciado por el neorrealismo italiano, películas indispensables de la historia audiovisual de la región como Tire dié (1960) y Los inundados (1961), otra razón para ganarse con justicia el rótulo de “padre del Nuevo Cine Latinoamericano” que lo acompañó hasta su muerte, en diciembre de 2017.

Pero Birri, de cuyo nacimiento se cumplió un siglo el último marzo, filmó y escribió mucho, muchísimo más a lo largo de sus 92 años de vida. Y archivó todo con un grado de organización que vuelve imposible no pensar que siempre imaginó que el destino de su obra no sería juntar polvo en el fondo de un placard, sino convertirse en un vehículo para comprender mejor sus procesos creativos. Un anhelo que se materializó en 2021, cuando se inauguró oficialmente el Archivo Fernando Birri en su Santa Fe natal.

“Nuestra tarea es inventariar, catalogar, investigar, hacer preservación preventiva, conservación y, sobre todo, darle accesibilidad al material”, resume Mercedes Rondina, a cargo del Área Cinemateca del archivo que funciona en el subsuelo de El Molino Fábrica Cultural. Y con “material” se refiere a un legado que incluye rollos de película y guiones, pero también manuscritos, trabajos de investigación de algunos de sus filmes, correspondencia, obras plásticas, objetos personales, libros, fotografías, utilería, afiches y un largo etcétera.

El camino del archivo, sin embargo, comenzó a tener una huella a partir de 1997, cuando Birri “construyó su casa en Santa Fe, Sapucay, con la idea de quedarse”, cuenta Gustavo Duarte, responsable del Área de Digitalización y presente junto a su compañera en la 22º edición del Festival Oberá en Cortos, donde participaron de una charla a propósito de los cien años del nacimiento de Birri y se organizó una proyección especial de la copia restaurada de Los inundados.

Duarte sigue: “Uno de sus proyectos era crear un lugar donde se pudiera enseñar cine y tener su archivo, siempre con la idea de que no fuera un archivo con las cajas guardadas y alguien que cada tanto las consultara, sino uno que saliera, participara y fuera para los estudiantes y la comunicación, como un elemento más para educación”.

“Birri vivió allí varios años, después la alquiló y, cuando terminó su última película, El Fausto criollo, la donó a la Provincia, ya que le había dado el apoyo para poder filmar. La Provincia la tomó en 2015 e hizo el espacio cultural Sapucay, que mantiene la esencia de su espíritu y cuenta su historia”, continúa Duarte.

Buena parte de las cosas que había dejado allí conformarían una de las dos principales vertientes del archivo, el llamado “fondo Sapucay”. El otro, el “fondo container», es el que mandó cuando desarmó los tres estudios que tenía en localidades cercanas a Roma, que viajó en un contenedor marítimo a lo ancho del Atlántico una vez lista su casa y estuvo sin destino fijo hasta que el Ministerio de Cultura provincial dispuso, en 2021, la creación del Archivo.

Poco antes de morir, además, el cineasta dejó gran parte de sus documentos en la Universidad de Brown, cerca de Nueva York, sobre todo el acervo fílmico. “Él vio que en la Argentina no había una cinemateca para que pudiera conservarse como correspondía, así que le dio cosas a Fernando Martín Peña y a algunos coleccionistas privados. Sabemos también que hay cosas en Italia. Diría que todo empieza con él, porque tenía mucha conciencia y era muy ordenado al momento de organizar y pensar su propio archivo creativo”, afirma Rondina.

-El archivo incluye materiales de múltiples soportes. ¿Cómo lo definirían?
Mercedes Rondina: -Decimos que es un archivo de producción de obra, porque lo que tenemos es mucho de los procesos de creación de sus trabajos y de la conformación de la escuela de San Antonio de los Baños. Están por ejemplo los diseños de logos que él hacía, todas las cuestiones más teóricas que buscaba, planes de estudio con los profesores… También el armado de Org, una película muy experimental que filmó en 1978. La pregunta no sólo es qué hacemos con todo eso, sino también cómo lo leemos y cómo le damos accesibilidad.

-¿Y cómo le dan accesibilidad?
M.R.: -Nosotros también nos preguntamos a qué darle prioridad con el presupuesto que tenemos. Nos quedan unas 400 cajas por abrir, ver y analizar, y no podemos hacer todo. Lo que decidimos fue abrir algunas y darles accesibilidad, yendo de a poco, «deshabitar la ansiedad», como dice el lema del archivo, porque sabemos que es importante todo lo que hay ahí. No es cuestión de abrir por abrir, sino de pensar qué tenemos, mostrarlo y que la gente sepa. Nosotros pertenecemos al Ministerio de Cultura, que tiene una estructura muy grande con espacios socio-educativos y culturales en los que es posible darle visibilidad. De hecho, estamos en el subsuelo de uno de esos lugares, donde siempre convivimos con muestras y participamos con cosas de Fernando.
-¿Cuántas de esas cajas ya están inventariadas?
-Inventariadas ítem por ítem, hay 10. Después hay veinte identificadas que sabemos qué tienen. De todas formas, tenemos una idea por lo que él escribió en todas las cajas y seguimos un orden que él pensó. No sabemos si era lo que él quería armar acá o el orden que tenían las cajas allá.

-¿Ayuda que haya sido tan ordenado y metódico en su forma de guardar los materiales?

-Sí, claro. Nos da pistas para pensar, lo que abre otra decisión: cómo abordar el material, respetar o no el orden que el autor pensó. Podríamos no haberlo seguido, pero como archivo queremos que tenga el sentido de orden que él le dio a las cosas, porque su nivel de dedicación era enorme. Por ejemplo, hizo una fotonovela de cómo fue construyendo Sapucay, con las fotos secuenciadas del crecimiento y del armado de su casa. O sea, pensaba todo como una historia, como una narración. Y no solo narraba todo, sino que además lo tenía ordenado. Su archivo personal ya estaba muy pensado por él mismo, y eso no es menor, porque nos da pistas para leer y entender lo que quiso hacer.

-Entonces, él tuvo la idea de que eso fuera un archivo mucho antes de construir su casa…
-Tal vez sí, siempre lo pensó. Está bien que antes había otra relación con la escritura y el orden de las cosas, de las fotos y todo eso. Siempre había alguien que contaba o guardaba los álbumes familiares, lo que hacía que estuvieran, de alguna manera, ordenados. Pero yo creo que sí, porque él construyó también su propia figura y su historia. Era muy consciente de quién era.

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